#CuscoDatos. La violencia en el hogar es una problemática que no distingue género. Aunque históricamente se ha centrado en la protección de mujeres y niños, cada vez más hombres rompen el silencio para denunciar agresiones. Uno de los casos más recientes ocurrió en la provincia de Espinar-Cusco el 13 de julio, donde un ciudadano, visiblemente lesionado y ensangrentado, requirió apoyo de serenazgo para llegar a la comisaría e interponer una denuncia por violencia familiar.
Para evitar su revictimización, la plataforma “Cusco Datos” resguarda su identidad, recordando que el estigma social sigue siendo una barrera para quienes buscan justicia.
LAS CIFRAS QUE NO SE DISCUTEN
Según el Programa Aurora (encargado de prevenir y erradicar la violencia familiar), hasta junio de 2025 se atendieron 3,726 casos de violencia familiar, sexual y otros de alto riesgo en los Servicios de Atención Urgente (SAU). De estos: 2,974 víctimas fueron mujeres (79.8%) y 752 fueron varones (20.2%), una cifra menor pero significativa.
Aunque la mayoría de víctimas son mujeres, los datos confirman una tendencia al alza en denuncias masculinas. Desde 2020, el pico más alto se registró en 2024, con 8,115 casos totales, incluyendo un número no despreciable de varones.
ROMPER EL TABÚ
Expertos en salud mental y derechos humanos insisten en que la violencia contra varones suele subestimarse debido a estereotipos de género. Hay una idea errónea de que los hombres 'pueden defenderse' o que no son vulnerables. Esto los disuade de buscar ayuda, explican los especialistas.
Mientras los centros de atención para mujeres cuentan con protocolos establecidos, muchos hombres enfrentan desconfianza o burlas al denunciar.
El caso de Espinar ejemplifica este drama: la víctima llegó a la comisaría con heridas visibles, pero requirió acompañamiento del serenazgo para ser escuchado.
¿QUÉ FALTA PARA UNA ATENCIÓN EQUITATIVA?
Distintas organizaciones proponen medidas clave para abordar esta problemática, como la capacitación a policías, jueces fiscales para que atiendan denuncias de varones sin prejuicios, campañas de sensibilización que visibilicen a los hombres como víctimas potenciales de violencia, y la creación de espacios de apoyo psicológico y legal exclusivos, incluyendo líneas de ayuda anónimas que garanticen su protección y confidencialidad.
La lucha contra la violencia familiar debe ser inclusiva. Reconocer que los hombres también son víctimas no resta importancia a la urgencia de proteger a mujeres y niños, sino que refuerza el principio de que ninguna forma de abuso es aceptable. Como sociedad, el desafío es claro: garantizar que todas las voces sean escuchadas, sin excepciones.